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En los últimos años, el término “apropiación cultural” ha estado cada vez más presente tanto en los medios como en la conversación de la gente. Desde Lali Espósito posando con un peinadoafro, hasta Connie Isla y sus tan criticadas “dreadlocks” (rastas) rubias, la apropiación cultural es una forma de racismo que al argentino le cuesta mucho reconocer.

Jennifer Parker, una activista antirracismo que se define como “argentina y negra”, hace referencia a la apropiación cultural como lo que sucede cuando “una persona de una cultura mayoritaria toma elementos de una cultura minoritaria por las cuales esa cultura ha sido oprimida o perseguida a lo largo de la historia”. Y es que el problema de la apropiación cultural es que su raíz está en el racismo.

Jennifer nació en San Luis hace veintitrés años y es hija de madre afrodescendiente y padre estadounidense. Su infancia en la provincia argentina fue todo menos fácil: creció pensando que ser una persona negra estaba mal y buscando la forma de pasar desapercibida.

“Es gente muy cerrada”, afirma, refiriéndose a los habitantes de San Luis. Sin embargo, el resto del país no está exento. “Argentina piensa que no es racista, pero lo es. El argentino utiliza expresiones como trabajo en negro, negrear, humor negro y denigrar permanentemente. ¿Por qué decir trabajo en negro y no trabajo no registrado cuando ese es el término correcto?”.

¿Por qué la apropiación cultural resulta ofensiva?

Respecto a la apropiación, existe una gran diferencia entre la reflexiva y la irreflexiva. El problema con esta última es que reduce una parte del patrimonio de una cultura a un simple entretenimiento o moda.


“A las personas negras se nos pide, por ejemplo, que adaptemos nuestro cabello según lo que indica el modelo europeo. Nos quemamos y alisamos el pelo de forma permanente porque así lo demanda la sociedad y, sin embargo, cuando una mujer blanca se hace trenzas o luce un afro se la celebra”, argumenta Jennifer. “Si yo no puedo usar una parte de mi cultura o de mi religión, ¿por qué vos podés usarlo a modo de juego o a modo de chiste?”.

Son muchas las dudas que se presentan en quienes jamás han experimentado el racismo en carne propia, pero al fin y al cabo se trata de respetar los sentimientos del otro y saber reconocer cuándo hay que dar un paso atrás y analizar nuestro comportamiento.

“Una vez estaba en una fiesta y un pibe se acercó para decirme que me quería tocar”, cuenta. “Muchas personas quieren tocar mi pelo y no los dejo porque es una falta de respeto”.

Divertirse con las características y la cultura del otro es precisamente lo que se denuncia como apropiación cultural, y lo que los antirracistas buscan erradicar.

A modo de cierre, Jennifer afirma que los medios de comunicación deberían ser los primeros en ser antirracistas y capacitarse. Es la única forma de luchar contra la invisibilizarían de las personas negras en Argentina.


¡Queremos escucharte! Respondé las preguntas de abajo para saber más sobre este tema:


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